Nuestros orígenes
provienen de la comunidad indígena de Monimbó. Somos una población que crece
entre las tecnologías y nuestras raíces ancestrales.
Es importante destacar como juventud, la dignidad de nuestros orígenes, sin temor a ser
discriminados por ello.
Ahora que tenemos la oportunidad
de estudiar y de crecer profesionalmente, mientras trabajamos con nuestras
madres, padres o abuelos en talleres de zapatería, de confección de vestuarios,
talabartería, artesanías, comida, dulces y adornos típicos, para apoyarles y
ser parte de la nueva generación, no debemos avergonzarnos de decir que somos
de Monimbó.
Cuando viajamos a la capital o
algún otro departamento o en nuestra misma Masaya querida, debemos poner en
alto nuestra comunidad y ser un ejemplo para el resto.
No permitamos que la inseguridad,
el temor al qué dirán nos venza y nos quite la oportunidad de demostrar que
somos personas valiosas y con potencial para apoyar a nuestro prójimo. Demostremos cómo somos como trabajadores, desforzados, personas honestas y sinceras. Hagamos el bien a las personas, sin dañar a nadie. Hagamos brillar el don que
Dios nos dio de ser personas creativas que a todo le ponemos empeño.
A la juventud que estudia, yo le
invito a que juntos demos lo mejor de nosotros mismos y cuando una persona se
nos acerque para preguntarnos, de dónde somos, con mucha dignidad y cariño para
nuestra comunidad, digamos que venimos de Monimbó, que somos monimboseños y que
eso no nos avergüence, sino que nos llene de mucha alegría, porque, somos un
tesoro para nuestro país, somos el epicentro de las ricas tradiciones de
nuestra nación.
No permitamos que nadie nos
ofenda ni nos discrimine por nuestros orígenes. Nuestras costumbres y
tradiciones han contribuido al desarrollo del turismo y le ha abierto las
puertas de empleo a muchas personas. Somos el motor turístico de nuestro
querido territorio, somos la sonrisa, la primera imagen que se llevan los
visitantes del exterior.
Defendamos con respeto y alegría
nuestra identidad indígena, esa que nos toca el corazón cuando escuchamos el
sonar de las marimbas y nuestros pies empiezan a picarnos por querer danzar.
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