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domingo, 3 de mayo de 2020

LA CASA ESQUINERA

Me acuerdo que cuando tenía como 13 años, hace muchos años ya, llegó a mis manos,  una volante,
cuyo contenido era una  invitación para aprender a bailar folklor en la comunidad, a quien estuviese interesado. Recuerdo que era gratis y no se pedía nada a cambio, más que el deseo de aprender a bailar "marimba", como decimos popularmente.

Era en la casa del Señor Carlos Centeno, familia que ya conocían mis hermanas mayores y que le tenían un gran aprecio. Fui y recuerdo que como un gesto, llevé 5 córdobas como aporte por enseñarme a bailar marimba, pero me dijeron que eso no era necesario y se nos explicó, al resto de chavalas que estábamos allí, que a la gente de la comunidad no se le cobraba por aprender.

Ese día,  llegaron bastantes chavalas, algunas ya sabían y otras como yo, a penas estábamos intentándolo.

Lo que más me llamó la atención y caracterizaba a la Casa de Don Carlos y Doña Argelia, era que todos ya sabían a qué hora empezaban los ensayos y se acercaban en las ventanas a ver cómo aprendíamos. Me sorprendí que muchas de esas personas, no bailaban marimba, pero sabían si alguien se equivocaba o lo hacía bien, dominaban el nombre de las piezas y los pasos. Eso solo en Monimbó se sabe y se vive.

Aquel que no baila, por lo menos, domina las piezas folklóricas y cómo se hace correctamente.

En los ensayos, llegaban las Indias Bonitas ganadoras de años anteriores a compartir sus conocimientos y aportar en el movimiento de los pies y la posición de manos. Así me di cuenta, que de la familia Centeno Soza, había surgido el Evento Elección India Bonita de Monimbó.

Toda la casa se convertía en un centro de enseñanza. No había sala desocupada. Por todos lados mujeres, niñas, niños, adolescentes y padres de familia, observaban.

Por si fuera poco, Doña Argelia, compartía café o la cena de su familia para la mayoría.



Era tanto el amor y el rigio a la marimba, que se ensayaba por largas horas y no había cansancio, porque todo era compartir el amor por el folklore. Aclaro que las clases eran con el uso de un minicomponente  y solo se contrataba a los marimberos en ensayos especiales.

El que iba aprendiendo y ya mostraba más avance, le enseñaba al que estaba empezando.

Por su puesto, Don Carlos, era el Maestro y coordinador, que con su paciencia daba las clases y nos ponía a todas en círculos, con faldas prestadas, cosidas por Doña Argelia y que ocupábamos para el cambio de manos o al momento de iniciar la pieza folklórica.

Los varones le enseñaban a los varones en otro momento o sala.

Creo que me quedo corta con tantas anécdotas vividas en la comunidad. Recuerdo lo felíz que me sentí cuando aprendí a bailar folklor y mi alegría se extendió a mis hermanas menores y una sobrina, que también aprendieron.

De las cuatro esquinas de Monimbó, 3 cuadras al sur, en la esquina, está ubicada la casa de Don Carlos Centeno, en Memoria. No hay día que no se escuche, mientras se pasa por el lugar, el sonido de un son, o de un martillazo o máquina de coser, puesto que se dedican, además, a la zapatería y confeccionar trajes típicos.



Me sentí tan agradecida, que mi defensa monográfica para culminar mis estudios universitarios, se los dediqué a la Asociación de Artistas de Monimbó-Asdemo, en la que estuvo presente Don Carlos y a quien pude agradecer siempre en persona, su formación cultural.




La Casa de la Familia Centeno Soza, es como una escuela comunitaria, diría con respeto y humildad, que es un pequeño museo, donde todas las paredes están rodeadas de fotografías con todas las personas que han salido en grupos y un recorrido de los lugares que han visitado.



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